Agustín Bayón ama la obra artística que no se agota en sus límites, sino que señala espacios fuera de su campo y de su tiempo; y por eso tiene en cuenta ese tipo de espacios.
Naturalmente, para que lo no presente adquiera sentido, es preciso que aquello que lo señala responda a un código reconocible, que oriente y facilite el diálogo entre la obra y quien la contempla. De ahí que Bayón haya optado casi en exclusiva por el dibujo figurativo.
El resultado es cautivador: bellos cuerpos de mujer cuyos torsos se nos escatiman, rostros de incompleta simetría, edificios truncados de una geometría tan perfecta como parcial, habitaciones exquisitas que prometen sensaciones distintas al otro lado de la puerta, fragmentos de algo real o ideal que nos confunde; todo expuesto con una pulcritud de formas que produce desasosiego, inquietud, urgencia de nuevas búsquedas. Misterioso, fiel a la realidad en la misma medida en la que la aceptemos más allá de los límites.