En el trabajo de Melquíades Álvarez, de larga duración, hay unas constantes y una orientación no diseñada previamente. Como resultado de muchas cosas, sólo cabe escucharlo y seguirlo. Él sigue desde sus inicios, la llamada o la atención a la realidad que le rodea, especialmente la naturaleza vista de cerca, no sólo con la visión panorámica del paisajísmo, también buscando la voz latente de las cosas; tal vez estas le llaman.
Por eso es un pintor figurativo, e incluso realista por momentos. Sus influencias: el romanticismo y su exaltación. La estética oriental, su contención, su espiritualidad. Procura estar atento, la luz cambia el aspecto de las cosas, la revelación de una cierta esencia latente. Ese es el alimento de lo que luego se resolverá plásticamente, técnicamente, como más convenga. Pintar, dibujar, grabar o esculpir son sus ocupaciones habituales. También escribe. La escritura le ordena el pensamiento.
Eso es cuanto posee. Más que un estilo, tiene una actitud, y con ella ha evolucionado buscando emoción en el trabajo y algún conocimiento de la vida.